UK MEMOIRS
No lo podés creer. La nostalgia Londinense se apoderó de vos y te entregaste a la lectura de aquel diario que conservás intacto, producto de tus noches hoteleras por Europa allá por aquellos años en los que tu vida familiar no se vislumbraba aun. Menos que menos te habrías imaginado que algún sábado te sorprendería leyéndole tu diario a un hijo tuyo que también está a punto de partir a Londres.
Colliers Hotel, cerca de Victoria Station, con el viejo Libanés que se enamoró de tu nombre y lo gritaba cada mañana a las 7.30 para despertarlas a vos y a tus amigas Suiza y Chilena respectivamente, con un desayuno casero que al segundo día ya dejó de ser idiosincrático para parecerse mucho a tu propio desayuno porteño. No fue difícil convencerlo al señor de tus preferencias por la comida sana y de tu poco apego a las frituras y mucho menos al despertar. ES más, acabás de entrar en la página Web del hotelucho (obvio que tus amigas y vos buscaban precios acomodados para poder gastar más en otras cosas mucho más interesantes que un hotel a esa edad) decía que acabás de ver una foto del desayuno en el website del hotel y se ve bastante más sano de lo que su Host te ofreció en aquel momento. Quizá fue tu poder de convencimiento que modificó su British Menu.
En fin, la cosa es que acabás de pasar una hora leyéndole tu diario a M. que tiene la misma ilusión que tenías vos cuando hiciste aquel viaje, que significó mucho más que irte a estudiar a Europa. Significó conquistar el mundo solita, a los 19 años, perderse en las calles de París o de Alemania y saber siempre cómo encontrar el camino de retorno. Aprendiste mucho durante esos maravillosos meses de intro y extro exploración. Seguramente, parte de lo que aprendiste te guió hasta aquí, hasta donde la vida te encuentra hoy, contándole a tu hijo de 16 lo que él está a punto de experimentar por sí mismo dentro de muy poco. El brillo en sus ojos te devuelve tu propia imagen de felicidad que se perpetúa en él.
Ahora sí, podés ir a dormir tranquila, con la seguridad de que el camino está muy bien señalizado.
Colliers Hotel, cerca de Victoria Station, con el viejo Libanés que se enamoró de tu nombre y lo gritaba cada mañana a las 7.30 para despertarlas a vos y a tus amigas Suiza y Chilena respectivamente, con un desayuno casero que al segundo día ya dejó de ser idiosincrático para parecerse mucho a tu propio desayuno porteño. No fue difícil convencerlo al señor de tus preferencias por la comida sana y de tu poco apego a las frituras y mucho menos al despertar. ES más, acabás de entrar en la página Web del hotelucho (obvio que tus amigas y vos buscaban precios acomodados para poder gastar más en otras cosas mucho más interesantes que un hotel a esa edad) decía que acabás de ver una foto del desayuno en el website del hotel y se ve bastante más sano de lo que su Host te ofreció en aquel momento. Quizá fue tu poder de convencimiento que modificó su British Menu.
En fin, la cosa es que acabás de pasar una hora leyéndole tu diario a M. que tiene la misma ilusión que tenías vos cuando hiciste aquel viaje, que significó mucho más que irte a estudiar a Europa. Significó conquistar el mundo solita, a los 19 años, perderse en las calles de París o de Alemania y saber siempre cómo encontrar el camino de retorno. Aprendiste mucho durante esos maravillosos meses de intro y extro exploración. Seguramente, parte de lo que aprendiste te guió hasta aquí, hasta donde la vida te encuentra hoy, contándole a tu hijo de 16 lo que él está a punto de experimentar por sí mismo dentro de muy poco. El brillo en sus ojos te devuelve tu propia imagen de felicidad que se perpetúa en él.
Ahora sí, podés ir a dormir tranquila, con la seguridad de que el camino está muy bien señalizado.
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