22.12.06

SABOR AMARGO


Te encanta comprar los regalos de Navidad, pensar en qué le puede gustar a cada uno y qué cara pondrá al recibir el paquetito de manos del mismísimo Santa (porque en tu familia todos son celosos guardianes de la tradición Navideña - bah de casi todas las tradiciones, don't ask why- y siempre algún voluntarioso se viste del bueno de Claus)

En eso estás, en una feria de diseño que por suerte pocos descubrieron, eligiendo todas cosas lindas y originales que te representan, of course. La gente está tranqui, recorre con placer, se llena de bolsas excéntricas, como todo lo que hay allí. Vos te sentís cómoda y relajada porque se respira un aire de generosidad. Todos son amables y procuran no olvidar decir "felices fiestas" a cuanto ser pase por sus puestos, aun a aquellos que sólo curiosean. Te sorprende que el creativo de pelito gel y anteojito cuadradito negro tan típico del target "soy cool" no te mire raro cuando sacás un billete grande para pagar un precio chico y te diga "ningún problema, te consigo cambio". En suma, todo es perfecto para que vos gastes tu dinerillo con liviandad.

Sin embargo, queridos míos, el encanto no dura, casi nunca. Y lo digo así por no ser más categórica.
Por el altavoz, anuncian que en la esquina acaban de robar el stereo de un Peugeot 206 y que sería conveniente que si el dueño está por ahí, se acerque porque quedó el vidrio roto y adentro están sus cd's y una campera y....vos ya no escuchás más. No querés escuchar. No quisieras haber escuchado. No querrías jamás volver a escuchar si es eso lo que un alta voz tiene para decir.
Diez segundos de parálisis general, en los que todo el mundo entrecruza miradas para no perderse quién es la persona que sale corriendo con desesperación. Vos no sos. Vos, por suerte, no tenés un Peugeot 206, pero tu auto está cerca de la esquina y no te acordás si le sacaste el frente al stereo (porque con esto de tu incipiente minusvalía es probable que lo hayas olvidado) y también tenés cd's y bolsas con más regalos y sobre todo tenés miedo porque los malditos deben estar por ahí.
Te aferrás a tus paquetes y salís con cuidado de no romper el jardín zen que compraste para tu hermana que vive en el campo y medita y allá estas cosas no pasan porque no hay Peugeots estacionados en la puerta de ferias de diseño, ni gente que se empecine en no dejar que otros sean felices sólo porque ellos no lo son.

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